El Banco Nacional Checo (CNB, por sus siglas en inglés) está en la mira internacional tras el anuncio de que su gobernador, Aleš Michl, presentará una propuesta para incorporar Bitcoin a las reservas de la institución. Se trata de un movimiento que hace apenas unos años habría parecido impensable para la mayoría de los bancos centrales. Sin embargo, la tendencia global hacia la adopción de activos digitales, alentada por el creciente interés institucional y el espaldarazo de grandes figuras políticas, podría propiciar que la República Checa pase a la historia como el primer país de Europa Occidental cuyo banco central invierte directamente en criptomonedas.
Michl ha dejado claro en sus declaraciones que la iniciativa, valorada en hasta 7.000 millones de dólares, responde a un objetivo estratégico: diversificar el portafolio de la entidad más allá de los canales tradicionales. Según el gobernador, Bitcoin podría ser una herramienta clave para equilibrar los riesgos de inversión, aunque al mismo tiempo reconoce que la criptomoneda podría llegar a perder todo su valor o dispararse a niveles extraordinarios. Pese a la incertidumbre que rodea al mundo cripto, el simple hecho de que la propuesta exista pone de relieve un cambio de mentalidad en la banca central, al menos en Chequia.
La reciente aprobación de ETFs de Bitcoin al contado por parte de gigantes financieros como BlackRock, así como la cada vez mayor presencia de figuras pro-cripto en el panorama político internacional —entre ellas, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump—, también han influido en la decisión de Michl. El gobernador señaló que el respaldo institucional y la evolución positiva de la tecnología podrían marcar el inicio de una nueva era para las estrategias de inversión de los bancos centrales.
Un giro inesperado en la política monetaria checa
La República Checa ya había mostrado cierto interés por las criptomonedas con iniciativas como la exención de impuestos a la ganancia de capital para quienes mantengan Bitcoin durante más de tres años. Sin embargo, la propuesta de Michl supone un paso mucho más ambicioso, pues implicaría destinar parte de las reservas nacionales a un activo digital que, tradicionalmente, ha sido visto con recelo por la banca central. Mientras otros organismos como la Reserva Federal de Estados Unidos o el Banco Central Europeo han mantenido posturas cautelosas —llegando incluso a afirmar que el “valor justo” de Bitcoin es cero—, el CNB podría marcar distancia con esta inversión inédita.
Este proyecto se enmarca en un contexto de cambios monetarios en Europa. La semana pasada, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, señaló la posibilidad de múltiples recortes de tasas de interés en 2025, anticipando un enfoque gradual en la relajación monetaria. Políticas como estas pueden impactar en el valor de las divisas y, en consecuencia, afectar a las reservas de los países miembros de la Unión Europea. Así las cosas, apostar por Bitcoin podría verse como una forma de equilibrar el riesgo que implica la dependencia exclusiva del euro y otros activos tradicionales.
No obstante, la estrategia del CNB no es fruto de la improvisación. Michl ha explicado en otras ocasiones cómo la cartera del banco está compuesta de manera distinta a la de otras entidades similares. Actualmente, el 22% de sus inversiones se encuentra en renta variable, incluidas acciones de grandes empresas tecnológicas estadounidenses como Apple y Microsoft. Con el objetivo de incrementar los rendimientos, el plan de la institución checa es aumentar ese porcentaje al 30% de aquí a 2029. En ese sentido, Bitcoin se perfila como un instrumento adicional que brindaría oportunidades de rentabilidad frente a la volatilidad de los mercados.
Diversificación y riesgos a la vista
La introducción de Bitcoin en las reservas checas plantea un debate entre los defensores de la innovación financiera y quienes advierten sobre la volatilidad extrema de las criptomonedas. El hecho de que la Reserva Federal estadounidense haya declarado en diciembre que no posee Bitcoin y que el Banco Central Europeo mantenga posturas escépticas refuerza la percepción de que se trata de una decisión arriesgada. Sin embargo, Michl argumenta que el propósito principal es diversificar y no apostar de manera ciega por la especulación.
Desde esta perspectiva, el movimiento del CNB se asemeja a una aseguradora que, consciente de los riesgos de un fenómeno, busca una cobertura para proteger otras partes de su cartera. Nadie puede negar que Bitcoin haya oscilado bruscamente en su valor durante la última década, pero también es cierto que cada vez más actores institucionales han mostrado interés en este activo. Para un país que ya ha demostrado tener una visión más amplia en materia de inversiones —como lo refleja su decisión de poseer acciones de grandes compañías tecnológicas—, Bitcoin aparece como la próxima frontera a explorar.
La propuesta del gobernador Michl se presenta justo cuando la actitud de las autoridades europeas hacia las criptomonedas empieza a adoptar matices más complejos. Aunque oficialmente no haya un pronunciamiento uniforme, el diálogo sobre el papel de las monedas digitales en las economías avanzadas está en pleno desarrollo. La República Checa, con su tradición de independencia en materia de política monetaria dentro de la Unión Europea, bien podría encabezar un cambio en la forma en que los bancos centrales conciben y gestionan sus reservas.
Por el momento, es incierto si la propuesta de Michl será aprobada sin contratiempos, pero la sola existencia de este plan ya indica que algo está cambiando en las altas esferas de la banca mundial. El hecho de que un gobernador de banco central ponga sobre la mesa la opción de invertir en Bitcoin hubiese sido poco menos que ciencia ficción hace no mucho tiempo. Sin embargo, en medio de transformaciones macroeconómicas y tecnológicas cada vez más aceleradas, la línea entre lo improbable y lo real se difumina. De concretarse esta visión, la República Checa estaría inaugurando un camino que podría influir en otras naciones interesadas en ir un paso más allá en el uso de activos digitales como parte de su gestión patrimonial.